¿Imaginas un lugar donde cada año las casas cambian de color? Existe. En las alturas de la Sierra ecuatoriana, pueblos como Píllaro (Tungurahua) o Guamote (Chimborazo) mantienen una de las tradiciones más visualmente impactantes y desconocidas del país: la pintura comunitaria anual. 🎨
Más que brochas y pintura
Esta costumbre va más allá de embellecer el pueblo. Es una expresión de identidad, de renovación, de energía colectiva. Cada año, los habitantes se reúnen para decidir los colores que representarán ese ciclo agrícola o espiritual. Puede ser el “Año del Maíz” con tonos dorados, o el “Año del Agua” con celestes y verdes.
Durante varias semanas, las familias pintan juntas sus fachadas, techos y murales. Se escuchan risas, se comparten comidas, y los niños juegan entre cubetas de pintura. Es un verdadero carnaval de color… pero sin comparsas: todo ocurre en las paredes.
Una explosión visual para el visitante
Para los viajeros, caminar por estos pueblos en plena renovación es como entrar a una galería de arte viviente. Cada casa tiene su estilo, su símbolo, su historia. Los fotógrafos se enamoran, los artistas se inspiran y los curiosos quedan sorprendidos.
Si buscas un destino que mezcle arte, cultura, comunidad y color, estos pueblos de la Sierra son un tesoro escondido que merece ser descubierto.